| La "presencia" es encarnar los rasgos que te hacen líder |
Cuando pregunto "¿para qué quieres mejorar tu liderazgo?" la mayoría me responde hablando de lo que esperan ganar y no de lo que tendrán que renunciar o sacrificar en el camino.
Me dicen cosas como:
- “para avanzar profesionalmente”
- “cambiar las cosas”
- “motivar mejor a mi equipo
- “ganar autoridad y reconocimiento”
- “comunicar mejor y sentirme más seguro”
La mayoría responde desde el deseo de aumentar su poder, influir o lograr más. Por pedir que no quede.
Nos sentimos atraídos por la imagen del liderazgo que vemos 𝗗𝗘𝗦𝗗𝗘 𝗙𝗨𝗘𝗥𝗔, como sinónimo de éxito y visibilidad.
Y pocas veces pensamos en el costo oculto y los sacrificios que conlleva.
Liderar exige 𝗣𝗥𝗘𝗦𝗘𝗡𝗖𝗜𝗔:
encarnar los rasgos que hacen que los demás confíen en ti,
te respeten y te sigan.
Significa escuchar incluso cuando se está cansado.
Atender necesidades ajenas antes que las propias.
Y cargar con asuntos que el resto del equipo puede dejar atrás al salir del trabajo.
Te expone a la crítica,
a la incomprensión y, en muchos momentos,
a la soledad.
Quien lidera sostiene tensiones y expectativas contradictorias.
Se traga sapos y dilemas,
y debe hacerlo sin perder su “𝙘𝙚𝙣𝙩𝙧𝙤”,
su congruencia…
y en 𝗖𝗔𝗟𝗠𝗔.
Significa escuchar incluso cuando se está cansado.
Atender necesidades ajenas antes que las propias.
Y cargar con asuntos que el resto del equipo puede dejar atrás al salir del trabajo.
Te expone a la crítica,
a la incomprensión y, en muchos momentos,
a la soledad.
Quien lidera sostiene tensiones y expectativas contradictorias.
Se traga sapos y dilemas,
y debe hacerlo sin perder su “𝙘𝙚𝙣𝙩𝙧𝙤”,
su congruencia…
y en 𝗖𝗔𝗟𝗠𝗔.
Por eso, el liderazgo no puede entenderse
como un simple rol
o una habilidad técnica
para intelectualizar
y aprender de memoria.
Sino como un camino de desarrollo personal
donde el cuerpo tiene mucho que decir.
Un proceso continuo de crecer desde 𝗗𝗘𝗡𝗧𝗥𝗢
para sostener lo que el liderazgo nos pide por 𝗙𝗨𝗘𝗥𝗔.
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