Para Varela el cuerpo es fundamental en el proceso de aprendizaje. Sentir, percibir y actuar son inseparables en el desarrollo del conocimiento y para demostrarlo recurrió a un estudio que Held y Hein realizaron con gatos en los años 60:
A un grupo de gatitos recién nacidos que aún no habían abierto los ojos, se les permitió desplazarse enganchados a un carro que portaba al segundo grupo de felinos. Ambos grupos compartieron la misma experiencia visual, pero el primero era "activo" y el segundo "pasivo". Unas semanas después los gatos fueron puestos en libertad. El primer grupo se comportó normalmente, pero los que habían sido transportados se comportaban como si estuviesen ciegos: estaban desorientados, chocaban con los objetos y caían al suelo.
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El gato que no experimenta con sus patas es ciego al contexto |
Las representaciones mentales que tenemos de la "realidad" no son ni pueden ser un reflejo objetivo de ella, sino construcciones del cerebro donde entran más factores: la vista, el oído, el gusto y el tacto.
El caso es que en las organizaciones somos como el gato "pasivo" del experimento. Cuando tratamos asuntos delicados motivo de conflictos como la gestión del conocimiento o la reflexión estratégica, contratamos a expertos para que nos digan cómo funcionan las cosas, en lugar de averiguarlo por nosotros mismos. "Es como si subcontratáramos las patas que lo experimentan".
Para problemas simples, este enfoque puede ser adecuado. Las animadas charlas con recetas, los análisis de casos de éxito, cualquier consejo o sugerencia es bienvenida porque nos excita sobremanera ver soluciones prácticas en problemas ajenos y poco más.
Para problemas complejos es mejor sumergirse en la realidad, explicárnosla y compartirla con otros. Porque el interminable debate sobre la naturaleza humana y el mundo, no versa acerca de las diferencias que nos rodean, sino sobre nuestra capacidad diferente de verlas.
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