martes, 28 de marzo de 2017

Tres cualidades para ser un estratega ágil

Las tres cualidades del estratega ágil
Sucedió que el otro día estuve con alguien tremendamente interesante. De orígenes humildes, levantó su empresa desde la nada y después de mil peripecias vitales ha conseguido mantener el valor de su marca hasta la fecha. El señor es casi centenario y, como suele ocurrir en estos casos, se resiste a abandonar el barco.

Aunque carece de poder ejecutivo, acude diariamente a las instalaciones, personaliza el saludo con cada empleado, charla con ellos, procura estar al tanto de los proyectos en marcha y da su opinión sin contemplaciones, a veces de modo cruel. No entiende de estrategias digitales, ni de software de gestión, ni de organigramas porque su filosofía de trabajo ha sido siempre otra, mucho más humana y directa.

Sentados junto a una sencilla mesa de madera, me contaba, a su modo de ver, el método que utilizó para tomar decisiones y rodearse de los mejores. Algo difícil de explicar, según él, pero tan simple como el que utiliza un perro para detectar el miedo.

Cuando sientes miedo, me decía, el perro lo reconoce y te ataca. Al contrario, si te muestras seguro frente a su amenaza, el perro ladra y ladra pero no se acercará a ti. Con el interés por el trabajo ocurre lo mismo. A un buen trabajador, leal, comprometido...se le reconoce al poco tiempo de estar con él. Tienes que estar atento. Si te fijas bien, esto lo ves tanto si buscas un comercial, como a un operario o un administrativo. Hay algo en las personas que deberás pulir, pero la esencia y su potencial es fácil de reconocer.

Claro, la posguerra fueron otros tiempos, pero no deja de tener cierta enjundia lo que me comentó. Las cosas desde entonces han cambiado mucho, sobre todo en cuanto a conocimientos técnicos se refiere. Sin embargo, las cualidades valiosas frente a la incertidumbre siguen siendo las mismas. Las que utilizó el fundador carismático en su origen, solo que distribuidas por igual en cada uno de sus miembros: tomar decisiones oportunas al instante, de manera autónoma y con sentido para él, su equipo y la organización.

Tanto es así, que a raíz de este encuentro, si me preguntasen que cualidades habría que desarrollar para adaptarse a una cultura estratégica ágil respondería sin duda que tres:

  • La atención
  • La espontaneidad y
  • La intuición

Estar ahí
Prestar atención suponen enfocarse en algo que está ocurriendo dentro o fuera de nosotros. Este proceso mental es básico para adquirir conocimientos, desarrollar el pensamiento y poder elegir conscientemente.

Los niños nacen con esta capacidad y conforme crecen la despliegan en dos habilidades distintas: aprender a enfocarse en los aspectos relevantes para la tarea que van a realizar y aprender a ignorar los estímulos que le distraen y le alejan de su objetivo. Cosa difícil en los tiempos que corren donde la atención se ha vuelto un esfuerzo y la distracción un descanso.

En este sentido, la meditación aporta un remedio para recuperar la atención perdida. La pura observación de nuestra mente es de por sí transformadora y no hay arma más eficaz para abrirse a la realidad que prestarle atención. 

Para tomar conciencia hay que hacer lo contrario a lo que nos han enseñado: no ir con prisas, sino parar; no esforzarse, sino dejarse llevar; no ponerse objetivos, sino simplemente estar ahí.

La chispa de la vida
La espontaneidad es la chispa de la vida, es el factor que anima a las personas, dándoles novedad, frescura y flexibilidad. Una respuesta es espontánea cuando integra en un instante los impulsos corporales, las emociones y el pensamiento ante una situación determinada, es decir, cuando se acierta involuntariamente en el momento de actuar.

Los niños la tienen de sobra, sus expresiones son vivas, se adaptan al medio y a sus impulsos hasta que les asfixiamos en moldes culturales rígidos, obligados a repetir lo que dicen sus padres, maestros y otras figuras de autoridad.

La espontaneidad es creativa por naturaleza.

Librarse del corsé de lo correcto, del siempre se ha hecho así o del así no se debe hacer. La bionergética o algunas artes orientales dispone de variados ejercicios para desbloquear esos nudos corporales que retienen y aprisionan nuestro innato espíritu creador.

La madre del cordero
Y por último y no menos importante, la intuición. La intuición es la madre del cordero. Es una facultad arcaica, un pensamiento mágico muy presente también en los niños y cuyo efecto residual interpretamos de adultos como 'corazonadas'.

La intuición tiene como base la experiencia sensorial pero quien la utiliza es incapaz de explicarla.

Es un momento de entendimiento en el que unimos, sin saber como, la información que recibimos por los sentidos para ver con claridad la solución a un problema. William Duggan la llama intuición estratégica porque puede ser útil para dirigir la innovación y explorar oportunidades de negocio no previstas.

Una vida programada, automatizada, guiada en exceso por la lógica o el deber puede interferir el proceso intuitivo. Frente a la razón que nos aporta certezas, la intuición nos ofrece posibilidades.

Desarrollar el arte de la contemplación, escuchar al propio cuerpo y prestar atención a lo que perciben nuestros sentidos, son actividades que pueden ayudar a despertar esta cualidad.

En fin, creo que investigar el desarrollo de estas cualidades, tan presentes en los niños como olvidadas por los adultos, supondría una extraordinaria ayuda para el esclarecimiento de las cuestiones humanas dentro de las organizaciones, del grado de implicación de las personas en los proyectos y de sus resultados. 

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