martes, 13 de enero de 2015

El secreto de la salud emocional de una organización.

Hace poco asistí a una reunión donde terminé un poco extrañado. Resulta que tras varias horas de agradable encierro me pareció que los asuntos verdaderamente importantes se habían dejado de lado.

Durante las conversaciones tuve la sensación de que los indicios para tratar algunos temas en profundidad, se omitían o se desviaban con la excusa de la falta de tiempo.

El joven elefante atrapado
Emmanuel Fremiet (1824-1910)
Atrio del Museo de Orsay (París)
Los ingleses tiene un expresión para esto, The elephant in the room, es decir, las estrategias que algunos grupos utilizan para fingir no ver lo evidente y evitar conflictos o controversias que no son de su agrado.

En aquel momento, como discreto proveedor de servicios, consideré más oportuno meterme en el juego y continuar con mi tarea que no era, en este caso, poner luz sobre aquello que nadie querían ver.

En cierta medida, en una organización, todos hemos tenido alguna vez algo que ocultar. Puede ser un pensamiento crítico, un sentimiento inadecuado o un comportamiento que nos cuesta aceptar, nos crea inseguridad y tememos su efecto al comunicarlo. 

Por eso, sin ser del todo conscientes, fingimos que todo está bien y continuamos actuando como si nada pasara.

Atraída por este hecho, Diane Vaughan se puso a estudiar la influencia del secreto en las relaciones sociales llegando a la conclusión de que la desconexión que lleva al conflicto y a la ruptura siempre tiene su origen en algo oculto.

Según ella, en cualquier relación, ser totalmente transparente elimina el factor sorpresa, no deja lugar a la imaginación y termina por aburrir, pero mantener muchos secretos conduce a la incomunicación y al colapso.

El distanciamiento empieza silencioso por quienes se sienten insatisfechos por algo y no dicen nada. Callan acumulando desconfianza, hasta estar totalmente seguros de sus sospechas o absolutamente hartos. Mientras van construyendo un mundo privado lleno de conjeturas donde poder guardar su intimidad, un espacio donde almacenar arsenal, conspirar e iniciar la batalla. Si se les descubre, el conflicto está servido y además justificado por multitud de argumentos que se han ido gestando en la espera.

Debido al desconocimiento para desactivar este mecanismo explosivo (aquí puedes ver un ejercicio para prevenirlo), se justifica que algunas organizaciones eviten cuestionar determinados problemas o los traten cuando los implicados están ausentes y no pueden ser debatidos. Podemos notar cómo cambian las conversaciones en una reunión cuando desaparecen de la escena determinadas personas con poder. 

En estos casos, el conocimiento organizativo débil y de poco valor, campa a sus anchas mientras que  los problemas importantes, si es que se conocen, no pueden ser discutidos.

Si queremos un indicador claro de la salud emocional de una organización podemos fijarnos en la cantidad de problemas indiscutibles (tabú) que con el tiempo han podido ser puestos en conversación y debate y por diferentes motivos permanecen secretos.

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