viernes, 24 de febrero de 2012

Perder control sin perder autoridad.

Uno de los objetivos en la formación directiva que imparto, es mostrar como está transformando la emergente tecnología social las relaciones de poder en la empresa.

A estos grupos se acercan estudiantes que desconocen la carga que han de asumir, mandos formados por ensayo y error en la dirección de personas y algún que otro emprendedor o propietario de segunda o tercera generación. 

La mayoría han crecido en una cultura empresarial que confundió poder con liderazgo y les fue bien.

Eran otros tiempos donde la autoridad estaba asociada al carisma u otros símbolos de poder. La obediencia tenía premio y la dirección mantenía el control a lo largo de todo el organigrama. Por eso, no es extraño que casos de gestión organizativa como Google, Inditex, Semco (aquí te puedes descargar su manual de supervivencia), o la filosofía del 'Self-Management' de The Morning Star les pille muy lejos. 

Desde la aparición de las redes sociales en 2003, las cosas han cambiado mucho. Su uso intensivo y generalizado ha desarrollando en nosotros un sentido cada vez más profundo de interconexión: los rumores se extienden como la pólvora, los empleados descontentos pueden hacer pública sus terribles condiciones de trabajo  en YouTube, los clientes cabreados difundir su indignación en Facebook y cualquiera de nosotros Twittear una injusticia convirtiéndola en reivindicación global al instante. 

En la red no hay rincones oscuros: las malas prácticas se hacen públicas y los deshonestos, tarde o temprano, serán desenmascarados.

Ya ves, hace una década no ocurría esto, pero si hoy quieres mantener el estilo de dirección de entonces, no te va a resultar fácil. 

Ahora se exige mayor transparencia en la gestión, los mercados necesitan respuestas rápidas que obligan a conversar de cerca con los clientes, redistribuir el poder en la empresa y mejorar la colaboración entre los empleados.

Si quieres mantener la autoridad en estas condiciones, tendrás que hacer méritos para ello. Tu puesto en el organigrama no tiene valor si defraudas a tus seguidores, sean clientes o empleados. 

Liderar se está convirtiendo hoy en día, en un desafío educativo para toda la organización.

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